Hoy sí pasamos a Francia. Mi primer gesto, en
Prats-de-Mollo, fue de ir a un súper y comprarme dos petits pains au chocolat y
un paquete de Carambar, los caramelos que comíamos cuando éramos niños.
Dimos
una vuelta por unas carreteras señalizadas como bonitas entre le Tech y
Arles-sur-Tech, nos perdimos sin querer las gargantas de la Fou que parecía que
eran bonitas, y paramos a comer entre medias en un camping lejos de todo en Corsavy, con su dueño natural de Thonon, cerca de Ginebra.
Pasamos por Amélie-les-Bains-Palalda, que en algunos sitios venía recomendado
como bonito. Es el típico pueblo con aguas termales que ha tenido su época de
esplendor en los años 20 y que desde entonces no ha hecho más que caer. Todo
cerrado, todo derrumbado. Luego cuando cruzamos al otro extremo del pueblo
pareció que sí había algo de vida, pero desde luego no como pararse.
Unos kilómetros antes, a la salida de Arles-sur-Tech, hay un
camping grande con minigolf abierto al público.
Para dormir, dimos por casualidad con la ermita de
Saint-Ferréol, un poco apartado de la carretera D-615, donde estaban ya
aparcados unos cuantos, entre los cuales un camión con un contenedor de los grandes convertido
en autocaravana. La ermita en tiempos normales debe ser un lugar tranquilo, el
día que estuvimos se celebraba allí una boda con música francesa a todo
volumen, de la que escuchaba mi madre cuando tenía 6 años. Desde el jardín de
la ermita hay vistas a todo el valle hasta el Mediterráneo.
N 42º31’06’’ E 2º44’31’’


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